Rodolfo Montes de Oca
Dentro de la cultura antiautoritaria siempre ha existido el
deber moral de apoyar y recordar a los compañeros privados de libertad o
silenciados por su actividad ideológica. Muchas veces tendemos a cubrir y tapar
las actividades de los compañeros, bajo una sotana de martirio y crucifixión,
como si se tratara de santurrones o seres marcados por el fatalismo. Es la
materialización de ese complejo de Prometeo que carga sobre sus espaldas el
antisistema- como se vanagloria de llamarnos la prensa burguesa- Pero esto no
es nuevo y pareciera ser parte de los componentes inherentes de cualquier
antiautoritario. El anarquista que desea pasar de la teoría y la masturbación
ideológica a la acción debe entender que no actúa en nombre de los demás; es
una falacia pretender tomar como cierto el estribillo ácrata de: “ellos
están adentro por nosotros que estamos afuera” cliché literario de la
prensa anticarcelario- hasta yo lo he usado en mis textos-. Nadie obliga a
nadie y menos dentro de las filas anarquistas. Cada sujeto es responsable de
sus actos y actúa según su moral, apoyado por la ética libertaria, pero actúa
él, en nombre de él y porque él siente el impulso de dar rienda sueltas a
su sedición. No actúa en nombre de
nadie, lo hace porque su móvil interno se lo exige. Somos seres pensantes y hay
que asumir esta realidad.
Muchas veces los compañeros actúan o hacen acciones que
individualidades o grupos podríamos catalogarlas de atroces. Un ejemplo es el
de los “4 de Córdoba”[1]
acción que causo repulsa entre los sectores pacíficos y más estáticos del
anarquismo pero también genero aplauso entre los informales. En mi opinión; la
aventura me parece un desastre digno de cualquier reproche pero eso no implica
que no me solidarice con los cuatro compañeros detenidos. Que no comparta su
acción no implica que no los apoye en su situación de reos. Cada quien actúa
según su convicción y hay que entender que cada quien elige su manera de atacar
al sistema, uno a través de los textos y el debate de ideas, otros a través de
la bomba incendiaria, pero ambos comparten una misma trinchera en común, un
mismo frente de batalla y una misma utopía.
Las diferencias sobre el tópico de la “violencia” siempre han estado presentes dentro del movimiento
contestatario; y no pretendo entrar en polémicas. Lo que sí es injustificable
es que no se apoye a los detenidos por sus acciones. Ese es el menudo embrollo
que trato de resaltar aquí, la necesidad de crear dentro del movimiento
anarquista una cultura de solidaridad con los detenidos, con sus familiares y
con la obscura situación que los rodea. Las diferencias ideológicas reinan y
siempre reinaran dentro del anarquismo, y menos mal que es así, de lo contrario
terminaríamos anquilosados en los viejos textos y repitiendo como loros. Pero
el negar la solidaridad con un compañero reo del sistema porque tan
sencillamente no se comparte su accionar, para mí en cierta medida es ridículo.
Y resalto, apoyarlo no implica compartir las causas que motivaron su detención;
apoyarlo implica materializar el principio de apoyo mutuo con quien más lo
necesita. Es obvio que no somos santos, ni queremos ser los, somos como diría
Christian Ferrer “cabezas de tormenta”,
el tormento del cáncer capitalista y en ese querer ser más tormentosos a veces
cometemos hechos entupidos o deplorables, incluso contrarios a nuestra propia
ideología. Pero silenciar nuestra voz con el que nos necesita, eso si es un
verdadero crimen.
Todo esto viene a correlación por las interminables disputas
que se dan dentro de la corriente libertaria, entre quienes apoyan a los
revoltoso y los que no. Sin entender que reo es reo, y que al cruzar los muros
de las prisiones por la causa que justificara el accionar coactivo del estado;
no importa si nos parece simpático o no la actitud del compañero, sino que al
caer preso se esta privado de la libertad ha alguien y como amantes de la
libertad debemos actuar. Como dice el texto de este articulo, no somos santos,
aceptemos nuestros errores pero jamás olvidemos aquéllos que por determinados
son presas desnudas de la autoridad. Apoyar a un compañero detenido no implica
simpatizar con la causa de su secuestro; separemos las cosas y dale una mano al
que mengua en la galera.
[1] Grupo de 4 expropiadores anarquistas, que en 1996
asaltaron un banco en Córdoba (España) y en la huida después de un fuerte enfrentamiento armado
matan a dos policías.
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