La ley penal no es inherente a las sociedades. Es producto
de determinadas personas que se ven en la necesidad de prohibir ciertas
conductas que son consideradas peligrosas para el “establishment”. Es decir, El derecho penal, es el componente
legal del Complejo Industrial Penal, que busca dar ciertas formalidades y sirve
de excusa para apartar del seno de la sociedad cualquier comportamiento que
consideren desviado, en vísperas de instaurar un orden uniforme del cual se
benefician unos pocos.
La ley penal trabaja con imágenes falsas. Se basa en
acciones en lugar de interacciones, se basa en sistemas de responsabilidades
biológicas antes que civiles. Moldea y crea estereotipos de lo que es criminal
y lo que no es. La construcción de lo “desviado”
es producto de los cánones de valores que rigen una determinada civilización.
Con lo cual podemos concluir que la noción de “loco”, “criminal” o “desadapto” es producto de una
construcción teórica y de una evidente dictadura de las mayorías que solo
pretende expulsar a cualquier prometeo del reino de Zeus.
El sistema penal ha probado en repetidas oportunidades su
incapacidad para cumplir con sus objetivos declarados. Que es la prevención
especial o general, estas no son conseguidas, el intento de conseguirlas a
cualquier precio conlleva a un recorte de libertades del individuo. El mejor
ejemplo de ello son los denominados estados de excepción o la infame “Ley patriota” declarada por el senado
americano después del fatídico 11 de Septiembre; esta ley recorta una serie de
libertades individuales como contraprestación para evitar nuevo ataques
terroristas. Aunque han logrado frenar los ataques en suelo interno los
jihadistas se las han ingeniado para seguirlos golpeando en otras tierras.
La ley penal ha dado muestra de ser selectiva en cuanto a
las conductas a criminalizar, a persecución de determinadas actividades y
respecto a su aplicación. Desde el momento que no puede prevenir ni perseguir
cada delito, los agentes de control y el sistema penal entero se dirige solo a
determinados comportamientos, no necesariamente los más dañosos. Es decir, que
las leyes penales contribuyen a crear estereotipos de “delincuentes” que
precisamente no son los más nocivos para la colectividad. Es obvio que el
ratero no es precisamente el peligro mas obvio al mundo occidental, muchas
veces los denominados “delincuentes de
cuello blanco”[1] generan mas daño a la
sociedad; esto puede generar incluso en motivaciones raciales, como es el caso
americano o el europeo, donde el afroamericano o el inmigrante es visto como un
delincuente nato, de igual manera que en Venezuela, el individuo proveniente de
los barrios es entendido como un peligroso antisocial. Ambos motivan
segregaciones de índole cultural, económica o racial. De allí proviene el
germen lombrosiano de esta ciencia. Tomando el error repetido hasta la saciedad
de que el Cesar Lombroso es el “padre de la Criminología” cuando en
realidad es el tardío padre del Derecho Penal.
En la medida en que no cumple sus funciones declaradas, las
ciencias penales son acusadas de actuar como mecanismo de reproducción de las
relaciones capitalistas de producción, consumo y reproducción. Es decir, el
capitalismo las necesita para preservar su status quo. Por algo se dice que las
ciencias penales y las administrativas son las más lucrativas en materia
jurídica.
La pregunta radica es que si es posible un modelo social
antagonista al actual que prescinda en su totalidad o en su defecto “casi totalidad” de las leyes penales.
Para los osados, esto es posible, siempre y cuando se radique los modelos
conductistas de la sociedad capitalista, sin ella es imposible erradicarlas,
ergo, dentro de este sistema es ridículo e ingenuo pensar en la abolición de
las ciencias penales y mucho mas de su brazo punitivo que son las prisiones.
Demás esta decir que la prisión no existiera sin un sistema
uniforme que sirviera de antesala, este sistema es el derecho penal, como
máxima expresión de la estereotipo del individuo en moldes predeterminados, que
muchas veces no se asemejan a la realidad, debido a que en regiones latinas
como estas, el derecho es producto de los avatares de un legislador y no se
forma por consenso social.
Vale acotar en estos tiempos de camaleones, que esta
abolición no puede ni debe ser producto de estados ficticios de algarada o de
supuestas “revoluciones” que pasan
por una eventual toma del poder y posterior implantación de determinados
modelos. La practica ha demostrado la falacia de pretender “cambiar el sistema dentro del sistema” lo cual no solo es algo
ingenuo sino peligroso, porque abre una nueva compuerta de situaciones
inesperadas, como son la conversión del rebelde en el inquisidor, y a las
pruebas me remito: Rusia, Cuba o Venezuela son alguno de los ejemplo ha no
seguir.
Para ello, antes de pensar destruir las prisiones se debe pensar
en la extinción de las practicas y ciencias penales, ya que estas son antesalas
de las prisiones, pero como es sabido las costumbres no se radican por decretos
de zares ni presidentes, sino que son producto de practicas contrarias.
El movimiento libertario y antagonista puede ser un ejemplo
de ello, durante los múltiples Foros Sociales Mundiales, he podido observar con
rabia, como un evento que es elaborado para el esparcimiento de ideas y debates
se encuentra custodiado o vigilado por “seguridades
internas” y policías del estado. Cosa antagónica con el propio espíritu del
evento.
Todos hemos tenido alguna escaramuza dentro de plataformas[2],
grupos o actividades anarquistas, todos hemos tenido problemas personales con
compañeros o todos hemos estado envueltos en una polémica de “rumores de pasillo” o pasiones
desenfrenadas que terminan aniquilando por cuestiones de convivencia una
experiencia o amistad en especifico.
Esto es producto en parte a que nos hemos vuelto incapaces de resolver
nuestras propias fricciones y fracturas de la manera mas libre y anarquista
posible, incluso nos hemos topado con el desagrado que muchas riñas con
compañeros han terminado resueltas por la policía-así como lee- de mas esta
decir sobre esto que tampoco considero viable la actitud del grupo de Severino
Di Giovanni[3] para solventar las
disputas.
Desgraciadamente tengo que cerrar este articulo con mas
interrogantes que respuestas, quizás traiga más problemas que soluciones, pero
ponerme de “sabiendo” a dictar directrices, seria un exabrupto y un insulto a
la inteligencia, cuando lo aquí expuesto no puede ser criterio de un sujeto
sino de un conglomerado de ellos, que dan soluciones plausibles a un
determinado problema.
Lo valioso aquí es entender que antes de proponer eventuales
destrucciones de cárceles, debemos examinar nuestras propias dinámicas de
convivencia y de solventar los problemas cuando existan. Sumado a una critica
perenne al sistema judicial y en especial al penal que son antesalas y manos
que moldean las prisiones del engranaje social.
[1] Personas pudientes que cometen delitos para engrosar
sus arcas personales.
[2] No me refiero a la táctica de los
“anarco-bolcheviques” de pretender agrupar a todos los ácratas bajo un único
“partido” sino a un cúmulo de individuos y grupos para realizar una actividad en específico.
Una montonera de carácter efímero que dura mientras dure la tensión.
[3] Celebre expropiador italiano, el cual tenia una
disputa con Emilio López Arango,
redactor del periódico “La Protesta” de Argentina y que en sus paginas se
encargaba de desacreditar las actividades de Di Giovanni, llegando al extremo
de acusarlo de ser un “agente del fascismo” la disputa termino cuando alguien
del grupo de Di Giovanni disparo contra López Arango matándolo en el pórtico de
su casa.
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