Al Capone Style
Por lo general el común denominado
no entiende que a toda acción le sigue irremediablemente una reacción, y la
respuesta muchas veces es acorde al acto cometido. Ley natural diría unos;
verdad cósmica otros, para ponernos intensos en palabras de V de Vendetta: “toda acción genera en el universo una
reacción positiva y una negativa en iguales dimensiones”, ¡obvio verdad!,
una ecuación bastante sobreentendida, pero poco meditada y a la prueba me
remito.
El pasado 6 de enero, Pa' Gordo,
el Chuky y el Gordo Jaison, todos reos del penal de Uribana fueron asesinados
en el penal de Sabaneta, luego de que fueran trasladados. Los presos acusaron a
Edwin Soto de ser el instigador de los hechos y de haber dictado la sentencia
de muerte-
Una semana más tarde, el martes 9,
una obscura silueta humana dejaba su rastro en una concurrida calle caraqueña.
Una bala directo a la cabeza y otra al pecho fueron las responsables de segarle
la vida a Joseph de Jesús Velazco Soto, de 21 años. El hecho se registró el
martes, a las 8:00 a.m. Cuando fue interceptado mientras esperaba una buseta
frente a su casa, ubicada en la avenida cuatro, Bella Vista, con calle 58,
detrás del antiguo cine Uairén. A esa hora, Joseph de Jesús se disponía a ir
hasta su trabajo, pues se desempeñaba como cajero de una entidad bancaria.
Cuando la policía científica comenzó a averiguar, determinó que el joven de 21
años era sobrino de Edwin Ramón Nava (25), mejor conocido como el Mocho Edwin,
nada más y nada menos que él señalado por los reclusos de la Cárcel Nacional de
Maracaibo (Sabaneta) como el presunto autor intelectual de los asesinatos.
Dice un proverbio popular que “al que hierro vive a hierro muere”. La
violencia siempre tiene su contrapartida. Edwin Soto ingresó a Sabaneta en el
2003, luego que asesinara a un hombre por resistirse a un atraco. Tomó el
control de la cárcel en agosto de 2006, luego que Javier Paz, alias el “Comandante Serizawa”, saliera libre. Hoy
como un Pol Pot tropicalizado mantiene un pequeño reinado en los asfixiantes
pabellones de Sabaneta, a sus espaldas lleva la muerte de un joven, que cayo
injustamente abatido por azares del destino y por la imprudencia de sus actos.
La pensión del terror
El cronista de Uribana, Simón
Rojas, esta dispuesto a comprobar que la maldición de la cárcel va más allá de
la mera constatación, y la maldición data del año 1552, cuando se fundó la
ciudad de Nueva Segovia de Barquisimeto. Asegura que los máuseres de los
conquistadores acantonados en la parroquia de Duaca se transmutaron a las
Berettas y las Glock que hoy portan los reclusos de Uribana. Que como dignos
descendientes del Tirano Aguirre[1],
pasan su vida en una absurda orgía de violencia, sexo y drogas, ya que es lo
único que les pudo ofrecer el carcomido sistema. Afirma también que el legado
acabará con cualquier iniciativa e incluso con la única posada en el mundo
anclada frente a una cárcel que, como es de esperarse se abarrota de huéspedes
cada vez que ocurre una masacre.
Yuleisy Rojas, gerente del hotel,
no cree en malos augurios y le exige al jorobado recepcionista-no es en tono
despectivo, desgraciadamente sufre de un terrible defecto congénito- que no se
haga eco de las historias de los presos aunque se le erice la piel.
Así como los presos entran a sus
pabellones, los familiares de éstos llegan a la casa en la que se alquilan
espacios para dormir, y el corcovado hombre comienza a extender sobre el piso
las colchonetas para cada cliente de la posada. Aunque no se admiten
reservaciones los huéspedes deben pagar diez mil bolívares por adelantado. Al
amanecer tienen derecho a lavarse la cara en una ponchera. La mayoría de los
familiares llega en busca de información acerca del paradero de algún detenido
que fue castigado con el traslado a la prisión larense.
Al anfitrión le molesta que
califiquen a la pensión como la morada del terror. Sin embargo, recomienda a
los recién llegados que se tapen los oídos con hojas de orégano orejón para que
no escuchen, según dice, el ruido de las cadenas que arrastran los presos.
Comenta que él, además, está protegido de cualquier maleficio con una cruz
labrada en madera de cují. Quizá por eso los visitantes prefieren quedarse en
la pensión que caminar durante una hora, por los solitarios parajes, que conducen
hasta el pueblo de Duaca.
Expertos en maleficios consultados
atribuyen la masacre de más de 20 reos del primero de enero del naciente año, a
la existencia de una población penal de 1.666 presos. Concluyen que los últimos
tres dígitos del registro penitenciario son, en rigor, fatídicos. Otros hechiceros han concluido que
la maldición de Uribana comenzó desde el año 1999 cuando el Presidente Rafael
Caldera inauguró -a medias- el penal y el sacerdote que dirigió la ceremonia no
estaba adiestrado en el arte de conjurar.
El celebre anfitrión de la morada
del terror lamenta que las autoridades no lo hayan consultado para acabar con
el encantamiento. Un vecino de la prisión sostiene que durante la fiesta de año
nuevo, los miembros del grupo exterminio[2]
procedentes de Portuguesa cenaron chivos en salsa de coco, y horas después
comenzó el motín que concluyó con los 16 reclusos muertos, Entre sus anécdotas
cuenta que el Ministro de Interior y Justicia, Jesse Chacón, inauguró como
Ministro el 7 de septiembre con la masacre del año 2004 cuando asesinaron a
siete reos, tres de ellos fueron decapitados y 65 resultaron heridos. También
Uribana se encargó de despedirlo con la más reciente matanza. Ahora el
codiciado puesto lo detenta el celebre Pedro Carreño, milico de grandes dotes
como charlatán y ridículos conocimientos, que años atrás en una sesión de la
asamblea nacional dijo el inverosímil comentario, de que a través de Direct TV-
compañía de televisión por satélite- la
CIA espiaba a todos los venezolanos. ¡Aunque usted no lo
crea! Y no precisamente de Ripley. Ni en las mentes más infantiles cabe
semejante desfachatez.
Volviendo con nuestra mansión
encantada, en la posada, hay normas rígidas en torno a la moral y la ética
cristiana se hace sentir, no se aceptan jugueteos entre hombres y mujeres ha
altas horas de la noche. Tampoco se admiten animales domésticos porque
enloquecen ante el macabro ruido de las cadenas que arrastran en las áreas de
mínima, media y máxima seguridad -muchas veces negociadas entre los reos que se
aprovechan de la ingenuidad de algunos para
manejar altas sumas de dinero-. Para culminar y aunque usted no lo crea,
el anfitrión de la morada prefiere continuar encerrado entre el campanario de
su Notre Dame larense para observar el ir y venir de reclusos que están
condenados a morir.
El peor de los espantos… La pasividad
De seguro amigo lector, usted
pensara que le estoy tomando el pelo con estas malas historias de terror, pero
verídicas son y a las pruebas me remito. Más inverosímil que estas historias es
el hecho de que solamente en el año 2006, se hayan producido 165 motines, 65
huelgas de hambre y 10 autosecuestros a lo que se le suma, 400 muertos y 982
reclusos heridos en las cárceles venezolanas; ¡eso si es insólito!, pero más
bizarro e inverosímil que todo lo presentado, es la perenne pasividad de la
autoproclamada “sociedad civil”, del
ciudadano común, de algunas ONGs y sobre todo de la izquierda estática y
vegetal que actualmente se pudre en cargos burocráticos mientras el chavismo
los compra- no solo a nivel nacional sino también internacional- con migajas y
bonificaciones ficticias que solo aumentan la inflación, dejando a un lado sus
principios y convirtiéndose en la nueva burocracia roja. ¡Eso si es
terrorífico, inverosímil, bizarro y dantesco!... Nuestras cárceles son
atolladeros de historias inconclusas y como un submundo paralelo al mundo, una
celda dentro del Panóptico, en sus pabellones se gestan historias naturales y
según algunos sobrenaturales, comunes y no tan comunes. Mitos y leyendas de
nuestras galeras.
[1] Celebre rebelde de euskadi que se alza contra la
corona, autor del saqueó de la isla de Margarita de varios barcos y de sembrar
el terror por donde pasaba, muere en Barquisimeto acosado por las tropas de la Corona Española.
[2] Grupo paramilitar de la policía, acusados de ejecutar
a diferentes personas muchas de ellas sin vinculación alguna con el mundo
delictivo.
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