Rodolfo Montes de Oca
A mediados del siglo XIX se hablaba en Europa y sus colonias
americanas, de las corrientes abolicionistas, estas corrientes eran las ideas
filantrópicas y emancipadoras que promulgaban la eliminación total de la
esclavitud y del sistema de servidumbre humana. Estas nociones calaron
hondamente en el sentir nacionalista de los independentistas americanos, aunque
en su gran mayoría, cambiaron la esclavitud colonial por la esclavitud local.
Este primer abolicionismo no se encontraba codificado en un texto o en las
finas palabras de algún “gurú” o intelectual de las letras, sino
que era un sentir o una noción que se desprendió del principio de “igualdad” de la Revolución
Francesa. Ya en pleno siglo XX y después
de un congreso de criminología es que se empieza hablar de nuevo sobre “abolicionismo”, como esa corriente que promulgaba
la destrucción del sistema de penas (privación de libertad) por un sistema de
castigo civil o administrativo; que diera paso a un castigo mas humano y justo
que el actual régimen de condenas y sanciones. Esta corriente será el estudio
de este artículo, pero hay que acotar que no nos referiremos ha ese
abolicionismo que defienden algunos duchos en materia jurídica, sino de nuestra
propia interpretación (cuando hablo de nuestra no digo de mi persona, sino de
todo el movimiento anarquista) sobre el abolicionismo, que difiere mucho de la
blandengue interpretación de algunos mercaderes de las leyes.
En 1978, se celebra en Lisboa (Portugal) el VIII Congreso
Internacional de criminología, una de las secciones de trabajo más importantes
fue la dedicada a la cuestión del tratamiento de los delincuentes. Uno de los
ponentes, el canadiense Pierre Landreville, de la Escuela de Criminología de la
Universidad de Montreal, inspirándose en el pensamiento de G. Hawkins, agrupo
las posiciones en torno a la prisión actual en tres grandes categorías: el
reformismo, el reductivismo y el abolicionismo. Los reformistas son los que
continúan creyendo en que la prisión sí puede cambiar, transformar, rehabilitar
al delincuente. Sí es posible, según ellos, convertir las prisiones en centro
de tratamiento de los delincuentes, como lo quieren las Naciones Unidas. Si la
cárcel-sostienen- no ha podido cumplir sus planes y fines de re-educación se
debe a que no le han proporcionado los medios cómo hacerlo. Según su teoría se
debe trasformar la prisión mejorando el personal, los programas, ofreciendo
penas indeterminadas o por lo menos adaptadas a las necesidades de los
delincuentes. Los reduccionistas, como su nombre lo indica, de lo que tratan es
de que la utilización de la prisión se reduzca a su mínima expresión, ya que
como centro de tratamiento de delincuentes su funcionamiento es discutible.
La cárcel, según ellos, debe reducirse al internamiento de
aquellos que merezcan penas largas, para intimidarlos y neutralizarlos. Los
abolicionistas son los que exigen, como su denominación lo indica, la abolición
total de las prisiones y su petulante existencia. Este sector entiende que
aplicar un supuesto “tratamiento” a
prisioneros es una causa perdida. Muchos abolicionistas proponen la sustitución
de la prisión por hospitales, o por detenciones de corta duración o por medidas
privativas de libertad muy diferentes de la pena de prisión que conocemos. Todo
anarquista de una u otra manera se sentiría atraído por esta última, pero hay que
resaltar que el abolicionismo propuestos
por estos señores no es nuestro abolicionismo, ya que esta ultima por lo
general es una tesis fácilmente desmotable por el simple hecho de que proponer
la destrucción de la cárcel, sin reformar el modelo de organización colectiva,
representa no solo una falacia sino una estupidez digna de algún mediocre.
La cárcel es uno de los efectos de la sociedad burguesa y
estatista, es como el hermano feo del clan familiar, que constituyen la actual
organización social. La destrucción del sistema penitenciario, depende
únicamente de la destrucción del sistema capitalista de producción. No hay
abolición sin una previa revolución que engendre un nuevo modelo de sociedad.
Quien plante lo contrario no solo es absurdo sino que también es miope.
La mayoría de los delitos sociales, son producto del injusto
reparto de las riquezas, de la ignorancia, de la mediocridad y sobre todo de
las frustraciones que imprime la actual locura en los nobles corazones humanos.
Pero ¿en que modelo social podemos eliminar a las prisiones y su odiosa
existencia?, ¿en la sociedad comunista?, ¿En las sociedades absolutistas?, o
¿en los modernos estados democráticos, sociales y de derecho como el
venezolano? La respuesta ha esta interrogante, será un rotundo y corrosivo, No,
en ninguno de los modelos mencionados se puede acabar con las galeras; la
cárcel solo puede dejar de existir en una sociedad anarquista, única y
solamente el modelo de organización libertaria es el único sistema que puede
suprimir desde su raíz al sistema carcelario. Aunque los filantrópicos
abolicionistas son lo suficientemente inteligentes para llegar a la conclusión
de que la prisión no sirve, carecen de la brillantes mental para deducir que la
cárcel es un subproducto del sistema capitalista, y que no se puede acabar con
uno sin tocar al otro.
¿Y los delitos que?
La pregunta que surge ahora es ¿Por qué en una sociedad
anarquista, si se puede abolir las cárceles y en otro modelo de sociedad no?
Para nosotros, la respuesta es obvia. El modelo de organización ácrata, es el
único que suprime la propiedad privada para dar paso a la colectiva; el
concepto de “propiedad” se ve
substituido por el concepto de “posesión”,
los denominados “delitos contra la
propiedad” desaparecerían, porque rayarían en lo absurdo, ergo, robar lo
que es mió. Es el único modelo de organización que suprime al estado y a la
autoridad, no solo hay igualdad con referencia a la distribución de la
economía, sino que también hay igualdad de condiciones en todos los aspectos de
la vida diaria. Los delitos sexuales y pasionales, disminuirían, ya que estos
delitos germinan de las frustraciones emocionales de aquellos que la cometen,
en una sociedad donde el tabú, sea cambiado por la educación y donde el
individuo se desarrolle a plenitud, donde el sexo sea visto como el intercambio
emocional entre seres que se aprecian, sin mitos ni oscurantismo religioso, de
seguro desaparecerán. Otros delitos como los catalogados en los códigos penales
como “contrarios a las buenas costumbres”
también desaparecerán, ya que estos son productos de morales trastocados por
los mass-medias, es harto y obvio que para los anarquistas no hay sociedad
futura sin cultura, de hay deriva nuestra notoria fe en las bibliotecas y
centros culturales de enseñanza. Con sólidas bases morales, basadas en el mutuo
respeto, solidaridad, autodeterminación y respeto de las diferencias humanas,
estos delitos se extinguirían de la faz de la tierra.
Pero hay que acotar que aunque seamos devotos de la
naturaleza “buena” del hombre y no “egoísta” como lo hace entender Thomas
Hobbes, en su obra cúspide “Leviatán”,
hay seres que no pueden coexistir pacíficamente en sociedad, estos singulares “casos” son en su mayoría los asesinos en
serie y psicópatas, cuyo placer inhumano por el asesinato, los lleva a cometer
actos monstruosos, pero hay que recordar que estos sujetos que repoden a una
naturaleza más animal que humana, por lo general son subproductos de las
sociedades del primer mundo, donde la falta de estimulo y los traumas de una
vida rápida, fugaz e insignificante los lleva a darle sentido a sus vidas a
través del asesinato. Estos actos raros pero verídicos, son quizás el
impedimento mayor que tengamos para lo cual, tomo como ejemplo el principio de
justicia retributiva de Aristóteles ensalzado con el criterio de justicia de
Kant.
Kant establecía que había un bien positivo, que era el bien
de la comunidad, el accionar negativo de un individuo generaba un estado
negativo en la comunidad (positivo mas negativo da irremediablemente negativo)
por lo cual se debía emplear un bien negativo de igual manera y proporcional al
causado para que de esta manera se restituyera el bien positivo (negativo mas
negativo de positivo), para entender mejor observe la gráfica:
(+ Comunidad) + (- accionar del individuo) = (- malestar
colectivo) + (-respuesta de igual manera por parte de la colectividad hacia el
individuo) = (+ restitución del bien colectivo)
Como podemos apreciar es una simple ecuación matemática,
esto es lo explicado por Aristóteles a través de su “justicia retributiva” que es la de “tratar a los justos como justo y a los injustos como injustos”
similar a la celebre Ley de Talión (“ojo
por ojo, diente por diente”) Sin duda alguna este concepto espero
desarrollarlo con más profundidad en próximos artículos, pero esta pequeña
introducción serviría para ir aclarando ideas. Hay que acotar que desde mi
punto de vista, esta es una acción de sumo cuidado y de ultima aplicación, “ultima ractio” como dicen los juristas.
Ya que su aplicación a la ligera podría generar peores atrocidades. De igual
manera entendemos que la mejor forma de regulación en nuestra futura sociedad
anarquista es a través de la moral individual y la ética antiautoritaria del
nuevo mundo por construir, nuestra moral, baluarte de energía creadora, será la
mejor forma de auto-control que tendremos los ácratas en el nuevo mundo que se
nos debe.
Un principio que
debemos afilar
El abolicionismo que promulgamos, no es una nueva ideología
o corriente dentro del anarquismo, como el anarcosindicalismo o el
insurreccionalismo, solo por nombrar los que están más en boga, ni tampoco se
trata de ponernos un mote y formar una nueva corriente o secta; el
abolicionismo es algo más grande y complejo, el abolicionismo es la suma de un
conjunto de principios básicos que debe ser inmanentes al antiautoritario.
Es una noción inherente de todo libertario, es un principio
fundamental de su existencia y de su ser. Es un presupuesto ideológico de igual
consonancia e importancia que el anticapitalismo o el antimilitarismo. Su
negación o su marginalización traería consigo la contradicción, una
contrariedad en el desarrollo del propio anarquista, ergo, su ser estaría
incompleto y por consiguiente no seria un ácrata. ¿Es viable un anarquista que
sea capitalista?, No, todo anarquista debe ser anticapitalista, porque si fuera
un libertario que apoya la libre empresa seria un liberal y no un ácrata. ¿Es
viable un anarquista que no se considere abolicionista?, tampoco, porque ese
seria un fantoche o un payaso, pero no un anarquista. Un ánima anárquica esta
compuesta por una serie de presupuestos ideológicos básicos que definen su
existencia en esta tierra.
Un anarquista es antiestatista, es federalista, es
anticapitalista, por lo general es internacionalista y también debe ser
abolicionista; Si pudiésemos poner en una escala de valores morales, los
principios de un ácrata, el abolicionismo estaría entre los primeros.
Nuestra noción abolicionista esta compuesta por un rechazo
absoluto y total al sistema penitenciario, como estructura de exclusión y de
enajenación mental; manifestación de apoyo mutuo a los presos políticos y
sociales. Supresión total de la absurda falacia que genera la distinción entre
un “preso común” y un “preso político”, todos son presos
políticos, la diferencia entre uno y otro reside en que el “político” tiene una noción de lucha,
conciencia de clase y conoce que su accionar esta dirigido a combatir al
sistema contra el cual se levantaron, mientras que el social carece de esa conciencia
y actúa impulsado por sus más apremiantes necesidades; la solidaridad entre los
ácratas no es solo palabra escrita. Profundización, reflexión y análisis de los
criterios expuestos anteriormente. Esta base es donde se cimienta el principio
abolicionista. Anarquista que no comparta este principio no es un anarquista.
De seguridad será otra cosa, pero no un anarquista. A continuación redacto un
par de tips de interés que podrán afilar este principio antiauoritiario:
Rechazo total al sistema carcelario: la cárcel representa la
antitesis más visible del anarquismo, es la institución más antagónica generada
por el capital. Las razones son ya celebres entre nosotros, si tienes alguna
duda te aconsejo leer el folleto “Anarquismo
y cárceles” donde podrás consultar mas sobre nuestro criterio
anticarcelario.
La Solidaridad: La solidaridad es un principio fundamental
de los libertarios y un presupuesto supletorio del abolicionismo, dentro del
anarquismo siempre se habla de solidaridad
entre los anarquistas, entre nuestros allegados, con los caídos, y con
los excluidos del sistema. Hay solidaridad con el obrero, con el campesino, con
la prostituta, con el estudiante sedicioso, pero también debe haber solidaridad
con el proscrito y con el perseguido. El preso en la sociedad clasista
representa el subsuelo de la marginación social. Estar privado de su libertad
física y mental, de su libertad sexual, es sometido a constantes vejaciones, es
explotado en rudimentarios puestos de trabajos, es sometido a constantes
presiones internas y externas que deforman su existencia y la realidad. Es por
eso que nuestra solidaridad debe ser manifiesta con los privados de libertad,
desde mandarle una carta hasta forma parte de los comités de presos, hay muchas
formas de luchar contra las cárceles. Lo importante y fundamental es manifestar
la solidaridad con hechos concretos. Todo ácrata esta en el deber moral de
llevar actividades contra las cárceles, nuestra ética militante nos lo exige.
Profundización: El abolicionismo no es un concepto estático
sino dinámico, este principio debe ser constantemente revisado y cuestionado
por los antiautoritarios, cualquier aporte o recomendación es valioso para la
causa. Lo dicho aquí por mí persona, es simplemente una introducción. Mientras mas
se cuestione, se analicé y se critique mejor, esos complejos y egocentrismos de
semidioses e ideas divinas se los dejamos a los marxistas y demás malandrines
prepotentes.
De lo micro a lo
macro
La Cárcel no es solo una visión estática, ni circunscrita a un determinado
espacio geográfico. Verbigracia, la prisión o centros de reclusión. La Cárcel
es una visión universal, vivimos en un mundo que esta encarcelado. Todos
nacemos libres como dice Rousseau pero permanecemos encadenados, y no solo
encadenados sino que permanecemos presos de un sistema de producción económica
y organización social. La Prisión se manifiesta en nuestra vidas
constantemente, todos somos reos del Estado, permanecemos controlados y
vigilados diariamente por los organismos de inteligencia, nuestros maestros,
nuestros vecinos, nuestros amigos, la sociedad, nuestros padres, somos
vigilados día y noche, estamos controlados y el trabajo, la familia, la
escuela, la universidad y otras instituciones son el reflejo de la cárcel,
donde somos constantemente monitorizados por los lacayos del poder. Michel
Foucault fue tan sabio, que pudo comparar la actual sociedad con el Panóptico
de Jeremías Bentham, ese modelo ideal de galera en el cual los reos no tenían
intimidad y eran observados constantemente por el ojo policial y el de sus
propios compañeros. Hoy vivimos en un mundo de vigilancia y depredación de
especies, tan raro como ver un oso frontino, es ver ha un “incontrolado” o “prófugo”
del Panóptico. Es por eso que el principio abolicionista es tan importante y
básico para cada antiautoritario. La cárcel es la expresión micro y dantesca de
la organización social, es para decirlo de alguna manera, su expresión más
vulgar y directa. Tenemos que empezar por combatir lo micro para luego conquistar
lo macro, no podemos pretender cambiar el mundo sin cambiar el sistema
carcelario, antes de tomar al cielo por asalto debemos desarmar a San Pedro.
Para finalizar, este artículo es simplemente un bocadillo
ideológico para nuestra digestión anticarcelaria. Materializa con los hechos tu
principio abolicionista y rompe el morboso silencio de las prisiones.
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